El pasado fin de semana nos complació mucho recibir un mensaje de la hija de Pedro Charvet Morales y María Helena Montúfar Rodríguez, Claudia Ivette, o Ivette a secas, una de las integrantes de la tercera generación de Los Charvet en Ecuador y quien, por cierto, ya ha traído al mundo a dos de los integrantes de la cuarta generación.
El mensaje dice:
Estimado (Jorge) Augusto:
Hace tiempo mi hermana Cristina me comentó de tu proyecto de reconstruir la historia de nuestra familia y desde entonces me emocioné mucho. Nosotros, la familia Charvet Montúfar, hemos tenido el privilegio de conocer varios aspectos de la historia correspondiente a la descendencia de Luis Gabriel Charvet Lailhacar y Rosa Elena Rosales Jara, pues contamos con la brillante memoria de su nieto, mi padre, Pedro Pablo Charvet Morales, como lo demuestra el relato que se publicó en el blog en días pasados, producto de la confianza que tuvo con mi abuelo, su padre, Luis Gabriel Charvet Rosales, que le dio a conocer los pasajes que relata y, más que todo, no hay que olvidar que mi papá cuenta aún con hermanos mayores que vivieron y fueron testigos de parte de toda esa historia.
Por respeto al deseo de mi padre de aclarar la historia que conoce y le corresponde, yo no me había sumado al blog todavía. Sin embargo, hoy que la condición se ha cumplido te escribo.
Yo celebro la oportunidad que ahora tenemos de conocer las diferentes ramas de los Charvet en nuestro país, pues en muchas ocasiones, me han preguntado ¿Qué eres para........Charvet? y lo único que he atinado a contestar ha sido: "no sé. Lo único que sé es que pertenecemos a la misma raíz, pero hemos crecido tanto que ya es imposible conocernos entre todos". Qué diferente me haría sentir decir, "Si claro que lo conozco, somos primos, tíos, sobrinos....." Ese es como ya lo has dicho tú y varios colaboradores del blog el objetivo de esta iniciativa tuya que no dejo de elogiar y que en sus primeros momentos, sin ninguna mala intención, se desvió un poco, obligando a algunos de nuestros familiares a verse en la penosa tarea de desenterrar historias que, como en el caso de mi padre, resultan por demás dolorosas y que, a la larga, no hacen sino distanciar en vez de unir.
Como acertadamente manifiesta mi hermano Hernán, a nuestra generación se le presenta hoy la oportunidad de unir a todas esas ramas de nuestra familia que por a o b circunstancias se bifurcaron de tal manera de desconocernos unos a otros y qué mejor forma que procurando crear lazos de amistad que, más allá de la sangre que de por sí nos une, nos brinden la oportunidad de conocernos y sabernos cercanos.
En uno de tus últimos escritos te refieres nuevamente a los secretos de nuestra familia y a tu afán de que se conozcan para todos nosotros. En lo personal, me permito pedirte no insistir más en ese tema, puesto que considero que la época de la que data nuestra raíz que es Luis Gabriel Charvet Lailhacar, estaba regida por circunstancias por demás complejas: la guerra, el conservadorismo, los terratenientes y sus relaciones con los indígenas y sobre todo una arraigada diferencia de clases sociales, aspectos todos que podrían explicar el gran celo que nuestros abuelos y hasta nuestros padres tienen de conservar sus intimidades en lo más profundo de su ser. ¿Quiénes somos nosotros -hablo de estas generaciones- para desenterrar esos aspectos tan delicados? ¿Qué beneficio podemos obtener de hechos que sucedieron hace tanto tiempo? ¿Nos gustaría que de repente fueran de dominio público aquellos aspectos de nuestras vidas a los que con todo el derecho les hemos dado el carácter de reservado? Estoy segura que no.
Ya María Charvet Muñoz se pronunció al respecto y yo apoyo su postura, pues de no ser así, yo podría empezar cuestionando varios de los hechos que pone en sus manuscritos Leticia Acevedo Charvet quien cuestiona algunas afirmaciones realizadas en el relato de mi papá y también empezaría con una lucha por tener la razón frente a la nieta de Blanca Charvet que defiende, como es lógico, la memoria de su abuela. Sin embargo, lo único que conseguiría (contrario a lo que en realidad debería conseguir que es conocerme con dos familiares cuya existencia desconocía hasta hace poco), sería distanciarme de ellos porque empezaríamos con un dimes y diretes que no tendría fin, ya que para cada uno de nosotros, me atrevo a hablar por todos, la historia que conocemos es la verdadera y, en lo personal, no existe la posibilidad de cambiarla.
En observancia a la modalidad que apoyo, paso a contarles lo que me corresponde porque he sido fiel testigo de aquello y porque además esto de convertirme en aprendiz de historiadora me agrada mucho. Ya se han conocido los capítulos: Luis Gabriel Charvet Lailhacar y su descendencia, Luis Gabriel Charvet Rosales y su descendencia y ahora sigue:
Foto2 Pedro Charvet Morales, en la actualidad, cumplidos ya los 70 años pero tan fresco como una lechuga
Pedro Pablo Charvet Morales y su descendencia
Mi Peter, como cariñosamente lo conocemos, nació en Quito el 24 de enero de 1939, en plena Segunda Guerra Mundial. Fue el último de 18 hermanos del matrimonio entre Luis Gabriel Charvet Rosales y Sara María Morales Miranda, es decir, el benjamín de la familia. De ahí que fuera el mimado de sus hermanas en especial de Orestila Charvet y de su padre quien, a decir de mi papi y también de mi tía Luisa en su escrito, tenía un carácter estricto y recio, pero que sin embargo al ver a mi padre de cuatro años serruchando una cama que recién habían adquirido no hizo sino tomarlo en sus brazos y celebrarle su travesura.
Perdió a su madre justamente a la edad de cuatro años víctima de una afección biliar, razón por la cual fue criado por sus hermanas mayores hasta que se casaron y luego, junto con su hermano Juan Francisco, más conocido como Paco, se quedaron solos con su abuela Tama.
Su infancia y adolescencia transcurrió en el Colegio de La Salle en donde cuenta que era un martirio asistir todos los días a misa, incluidos sábados y domingos; y en el barrio La Loma de donde tiene los más hermosos recuerdos pues conoció a entrañables amigos de quienes guarda fabulosas remembranzas.
En su juventud, por el trabajo de mi abuelo del que ya nos habló en su relato, estuvo en constante contacto con la vida de las haciendas y todo lo que ellas implicaban, el ganado, su ordeño, la siembra, la maquinaria pero sobre todo, su pasión: los caballos. Hay tantas anécdotas que nos ha contado a través del tiempo que cada vez que las recordamos con la familia sentimos que nos transportamos hasta esas épocas.
A los 32 años se casó con la joven guayaquileña María Elena Montúfar Rodríguez y tuvieron tres hijos: Carmen Cristina Charvet Montúfar, Claudia Ivette Charvet Montúfar y Cristóbal Hernán Charvet Montúfar.
Hace poco celebramos su cumpleaños 70, aunque él siempre dice que ya tiene 100 años pues le gusta relajarse pensando en un dicho inventado por su hermano Paco que dice que los 100 primeros años son los duros, luego la vida es suave.
Seguramente en la vida de mi padre y de sus antepasados existen secretos y por supuesto errores, pero a nosotros, su familia, lo único que siempre nos importará es el amor, la entrega, la nobleza, la esperanza, la alegría y el optimismo con que siempre ha visto y sigue viendo la vida. Estas serán las cualidades que siempre recordaremos de él y que nos gustaría que los demás recuerden. Mi padre es un soñador y mientras Dios lo permita nosotros seguiremos soñando con él.
Mi nombre es Ivette Charvet Montúfar, nací en Quito el 8 de enero de 1974. Tengo 35 años, soy doctora en jurisprudencia de profesión y empleada pública de ocupación pues trabajo en el Banco Central del Ecuador desde hace nueve años. Estoy casada desde hace tres años con Gabriel Rafael Perrone Vinci de nacionalidad uruguayo-ecuatoriana con quien tengo dos hermosos hijos: Juan Mateo y José Sebastian Perrone Charvet.
Estoy sumamente emocionada de conocer a mi gran familia y, a la distancia, les envío un gran abrazo con la esperanza de que algún día no muy lejano se los pueda dar personalmente.
Comentario del Editor
Gracias a Ivette por su interesante mensaje, la información que en él nos proporciona y las sugerencias que hace. La alusión de este Editor a la necesidad de que se conozcan los “secretos de la familia Charvet” -si es que esos fueron los términos usados- nunca hizo referencia a aquellos de la esfera intima de cada uno de los individuos.
Se trata es de saber de donde provenimos, cuál es el desarrollo de la ascendencia de cada uno de nosotros y cuál el de la descendencia. Los detalles domésticos, los pequeños o grandes conflictos, las diferencias -quizás los secretos- no interesa ventilar en este espacio, aunque pueden surgir y de hecho surgen al escribir una historia.
Luis Gabriel Charvet Lailhacar, el iniciador de la dinastía en Ecuador, vivió a plenitud. Tuvo hijos con dos hermanas, dejó descendencia con otras dos señoras y, de lo que se sabe, nunca se desentendió de sus obligaciones como progenitor. De lo poco que hasta aquí se ha podido conocer, los problemas surgieron a su muerte.
Eso no interesa. Los problemas de “herencias” o del vil dinero para ser más claros, no es lo que se busca esclarecer. Se quiere descubrir los entresijos de la descendencia de Luis Gabriel Charvet Lailhacar. ¿Serán solo cuatro las ramas familiares que forjó o hubo más? Y entre sus descendientes ¿qué particularidades tuvo, a su vez, su descendencia?
Y esa curiosidad no está alimentada por el morbo. La información obtenida ha permitido hasta el momento al Editor de este blog, elaborar un gran árbol genealógico global, aún incompleto y varios árboles genealógicos particulares, mucho más incompletos aún, para tener el panorama de lo que es La familia Charvet en Ecuador.
César Augusto Acevedo Charvet está también empeñado en un trabajo similar, pero mucho más detallado, incluyendo fechas y épocas y siguiendo un patrón de uso a nivel internacional. En el fondo, de lo que se trata, es de absolver parte del que ha sido el gran interrogante de la especia humana desde siempre: ¿de dónde vengo y hacia dónde voy?
Algunos de los habitúes de este blog han visto esos trabajos genealógicos. Cuando estén, más o menos pergeñados, serán puestos a disposición de todos y manejándolos podrán seguir, paso a paso, el lento, escabroso (por lo complicado) y diverso que ha sido el derrotero de Los Charvet en Ecuador en siglo y medio de vida.
En el 2012 se cumplirán 150 años del nacimiento del primer Charvet en nuestro país: Luis Gabriel Charvet Lailhacar. Aproximándonos como nos aproximamos a ese singular “sesquicentenario”, por qué no contar con la “hoja de ruta” del que ha sido el caminar de Los Charvet en Ecuador en los últimos 150 años.
P.D. Por problemas de conexion fue imposible insertar todas las fotografias enviadas por Ivette. Trataremos de arreglar ese problema en proximas inserciones